Las roturaciones europeas en el marco del auge económico plenomedieval



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La Plena Edad Media fue un período con un notable desarrollo material ejemplificado en un importante crecimiento en la artesanía, el transporte -principalmente la navegación-, o las propias roturaciones. A continuación vamos analizar el proceso de roturación y expansión agraria plenomedievales, para lo cual es necesario conocer primero grosso modo la situación del campo y los campesinos en dicha época.
En primer lugar, un rasgo importante a tener en cuenta es la forma en la que la economía agraria se introducía en los circuitos monetarios, creando fluidez en la relación campo-ciudad, si bien las producciones seguían siendo principalmente policultivos para autoconsumo en el marco de una economía agrosilvopastoril de producción muy diversificada. Por otra parte, se trató de una época con importantes avances técnicos, principalmente con inventos ya existentes, pero que hasta el periodo objeto de estudio no se habían generalizado. Estos en la historiografía no se consideran la causa del desarrollo agrario, sino más bien una consecuencia. Se dieron entonces otros cambios con importantes repercusiones, como el aumento de prados -que conllevó un mejor abonado-, el paso de la rotación bienal a un sistema trienal más eficiente. Estas transformaciones en la rotación, el abonado y la técnica repercutieron además en un importante incremento de los rendimientos. Tal fue este incremento que se pasó de un rendimiento de 2 a 1 en épocas anteriores a al menos 4 o 5 por 1 en la Plena Edad Media. En tercer lugar, habría que mencionar cierto enriquecimiento alimenticio en estos momentos, incrementándose la variedad en la alimentación. Pese a ello el pan seguía siendo el alimento por antonomasia, de ahí que la producción campesina se concentrara en los cereales, hecho que también explica que la expansión rural de estos siglos fuera agrícola en esencia.
El desarrollo agrario de esta época afectó, en definitiva, a numerosos ámbitos: el sistema de cultivos, el equipo técnico, las relaciones con la mano de obra, los métodos de trabajo, y sobre todo, la extensión del área cultivada, en lo que se centra este artículo. No podemos olvidar que este desarrollo se produjo en un contexto de expansión económica e inflación. Así, por ejemplo, en estos momentos comenzaron a roturarse tierras poco productivas, que en la crisis del siglo XIV serían abandonadas por sus escasos rendimientos. Por último, tampoco debemos dejar de mencionar el importante crecimiento demográfico del período, que, como apuntan todos los estudios, se relacionaba directamente con la expansión agraria.


Formas de la expansión agrícola 
Los estudiosos, principalmente basándose en los trabajos de Georges Duby, vienen distinguiendo tres fórmulas de expansión de los campos. Podemos decir que principalmente los tres tipos de roturación en que se suele dividir la expansión agraria estuvieron motivados por el auge demográfico, pues el crecimiento de la población hizo necesaria una mayor cantidad de alimentos. 
Dentro de este desarrollo agrario hay posiciones controvertidas alrededor del papel que jugaron en ella los cistercienses. Según sus estatutos debían establecerse en zonas solitarias e incultas, pero, contradiciendo estas normas internas, se ha demostrado que en muchas ocasiones se asentaron en zonas ya roturadas, no interviniendo ellos de forma directa. Aun así, si que aportaron novedades, como la explotación racional de la tierra y la administración centralizada -grangiae-. Por ello, podríamos suponer que probablemente participaron en las roturaciones de la época, pero, sin ninguna duda, sí es posible afirmar que colaboraron en el dinamismo y crecimiento del campo en la Plena Edad Media.

- Ampliación progresiva del claro aldeano
Esta ampliación consistió en la acción de los campesinos de ganar terreno al bosque colindante para convertirlo en zonas de cultivo. Se trataba de la expansión de los campos más común de todas, dándose en todas las provincias de Europa, incluso en lugares ya poblados con cédulas agrarias romanas. Fue un movimiento espontáneo, individual y lento. Dichas características hacían que tuviera escasas resistencias señoriales -al ser lento en muchos casos sería imperceptible para los señores- y también que encontremos escasísima documentación, por lo que muy a menudo se le atribuye una importancia menor de la que en verdad tuvo.
El auge de esta modalidad de roturación se dio sobre todo entre 1075 y 1180, de modo que parece que fue ligeramente anterior el comienzo de esta expansión del claro aldeano al inicio del auge demográfico, que se suele fechar en 1125. Esto es lo que propuso en su momento George Duby, sin afirmarlo rotundamente por la dificultad de fechar ambos de forma exacta, por lo que podríamos decir que la expansión del claro aldeano y la explosión demográfica fueron casi sincrónicas.
Como hemos dicho, fue una roturación individual, llevada a cabo por los campesinos, pero, pese a no estar involucrados de forma directa en la expansión, los señores sacaron también beneficios. Esto fue así porque cobraron censos, principalmente partes de la cosecha, y se aprovecharon de los diezmos de las nuevas tierras, antes incultas y, por lo tanto, improductivas. Quienes más ventajas obtuvieron de este tipo de roturaciones fueron los pequeños señores que vivían y vigilaban las aldeas personalmente, ya que fueron más conscientes de la expansión que se estaba llevando a cabo.

- Poblamiento intercalar
Las roturaciones tomaban un carácter diferente cuando hacían surgir un nuevo núcleo de población, que servía de origen para, partiendo desde ahí, ir atacando y roturando las zonas que lo rodeaban. Este planteamiento, de iniciativa casi exclusivamente campesina, consistió en la fundación de aldeas y en el desarrollo de espacios intercalares -de población temporal-, pasando a ser lugares habitados de forma continuada.
En la Europa del año 1.000 había grandes áreas incultas y despobladas. Inicialmente aparecieron una serie de personas que las explotaban de forma temporal, explotando sus productos -hierro, carbón, madera…-, también comenzaron a expandirse los eremitas. Con esa base previa de “aventureros” y eremitas se formó una población continua, básicamente de campesinos y órdenes religiosas -como los cistercienses-. Desde 1175 comenzaron a aparecer numerosas evidencias de la existencia de este tipo de explotaciones, situadas a distancia de las tierras cultivadas, especialmente en las zonas dónde había una baja ocupación del suelo.
Este tipo de roturación fue motivada sobre todo por dos factores. Primero, el progreso en el equipamiento campesino, que fomentaba el individualismo agrario: es decir, los avances técnicos hacían que sea más fácil prescindir de las aportaciones de la vecindad. El otro motivo que impulsaba este desarrollo fue el auge de una economía agrosilvopastoril, esto es, que desde las incipientes ciudades comenzara una demanda de carne, lana, etc., que permitiera mejorar la condición de estos pobladores, menos centrados en el cultivo de cereales.
La forma típica de este poblamiento era el bocage, con campos cerrados, idóneo para el aprovechamiento agrosilvopastoril. Básicamente consistía en unidades de poblamiento diseminadas -no siempre, también se fundan pequeñas aldeas- con un conjunto compacto de de huertos, prados y campos, normalmente cerrados, alrededor.

- Los pueblos nuevos, o fundación de nuevas tierras.
Esta forma de roturación, la más conocida y documentada, consistía en la fundación de nuevas tierras de cultivo y, en algunos casos, con grandes trasvases de población, incluso de zonas lejanas.
A diferencia de los dos tipos anteriores, este tipo de roturación era de iniciativa señorial. Los señores fueron quienes fomentaron, organizaron y, en muchos casos, “subvencionaron” estas fundaciones. El hecho de que los señores incentivaran estas nuevas poblaciones tiene una gran relevancia, ya que los grandes, dueños de los derechos de ban, intentaban multiplicar el número de sus súbditos. Podríamos decir que fue una operación fiscal y política, en la que los señores hacían una “reflexión” sobre los beneficios y sacrificios que esta colonización les reportaría. Para conseguir que población lejana aceptara dejarlo todo y poblar nuevas zonas se les debían prometer ventajas, basadas sobre todo en exenciones fiscales.
El auge de este tipo de roturación se dio desde mediados del s. XII, aunque había comenzado a finales del siglo XI en lugares como la Italia del Po, la Inglaterra del suroeste o Normandía. Con todo, los procesos más significativos fueron el desarrollado en los Países Bajos y la marcha alemana hacia el este.



Alemania Oriental:
Esta emigración, animada por príncipes germanos, eslavos, obispos, cistercienses, caballeros teutónicos, etc., consistió en la expansión hacia el este del Elba desde el 1100 en tres direcciones -por el Báltico, hacia Sajonia y Silesia, y hacia Transilvania-. Fue motivada por la superpoblación de las zonas de emisión de la población. La nobleza, principalmente, enviaba agentes -locatores- para captar población dispuesta al desplazamiento, encargándose estos de todo el proceso. Así se crearon numerosas aldeas -y también ciudades- de emigrantes alemanes, que principalmente siguieron el derecho existente en las zonas de emigración, e incluso con más ventajas. 
Simultáneamente a estos emigrados alemanes -también flamencos o zeelandeses-, se mantuvieron las grandes posesiones de la nobleza eslava, dónde había siervos jurídicos con unas condiciones mucho peores a las de los recién llegados. Esto influyó en la población, que no se mezcló, y tuvo consecuencias en la crisis del siglo XIV, desembocando en la llamada segunda servidumbre de Europa del Este.

Países Bajos:
Aquí el proceso de desarrollo tuvo gran importancia por la profundidad con que alteró el paisaje de la zona con dos fenómenos muy importantes, que fueron la protección del país con diques y la roturación de terrenos bajos de turbera. En primer lugar, hay que señalar que en el s.XI se construyeron numerosos diques para ganar terreno al mar, rescatando tierras en la zona litoral. Por otra parte, en los siglos XII y XIII se produjo un gran auge en la roturación de terrenos de turbera, siempre con el mismo método, construyendo acequias a distancia regular y paralela. Se ha demostrado que se roturaron numerosas de estas tierras antes de comenzar la construcción de diques, por lo que estarían más elevadas que en la actualidad.


En definitiva, podemos concluir que las roturaciones aparecieron de forma espontánea en el siglo X, en momentos cercanos al período de crecimiento demográfico. Pronto fueron estimuladas por los señores y consiguieron absorber gran parte del crecimiento demográfico de la época, asentando a la gente en suelos vírgenes y neutralizando.
Con la existencia de ventajas y exenciones a los habitantes que roturaran nuevas tierras, se obligó a los antiguos señores a disminuir la presión sobre los campesinos, por lo que podemos afirmar que las roturaciones fomentaron la extensión de ciertas libertades. De esta manera, la expansión influyó directamente en la disminución de la servidumbre jurídica, pasando a ser más importantes las diferencias económicas que las jurídicas. En paralelo a esta disminución de la servidumbre crecieron los arrendamientos, que podían darse de diversas formas: permanente -hereditario- o temporal, y, en otra clasificación, parcial -renta variable- o fijo -renta establecida invariable-.
La concesión de dichas ventajas a los campesinos hizo que los señores disminuyeran su ganancia por hectárea. Esto inicialmente no supuso un problema porque las rentas totales no disminuyeron -con las roturaciones aumentan considerablemente las hectáreas cultivadas-, pero, a largo plazo, constituyó uno de los motivos que acabaría desembocando en la crisis del siglo XIV.


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