El crimen fue en Granada

Trescastro alardeó más tarde de haber matado personalmente al poeta y también a la humanista Agustina González Blanco. «Estábamos hartos ya de maricones en Granada. A él por maricón y a ella por puta.» Al día siguiente a la muerte del poeta, Trescastro entró en un bar y dijo: «Acabamos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón».
Junto a Lorca asesinaron a un maestro de escuela discapacitado, Dióscoro Galindo, y a dos banderilleros anarquistas, Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas. Antes del alzamiento militar los dos anarquistas habían estado vigilando las actividades de Valdés y posteriormente tuvieron un papel destacado en la defensa del Albaicín. El cobarde asesinato de un gran poeta, igual que el del general Campins, leal a la República, no fueron más que una simple gota de agua en un océano de matanza política.
 (Paul Preston, El holocausto español, 2011)

19 de agosto de 1936, un mes después del alzamiento. Hoy, 76 años después del fusilamiento que recoge en las líneas superiores el prestigioso hispanista británico Paul Preston, catedrático de Historia Contemporánea, seguimos lamentando la muerte del summum de la poesía española. ¿Cuántos Romanceros Gitanos más habría habido de no haberse visto truncada tal capacidad creativa? ¿Cuántas Yermas? ¿Cuántas Bernardas Albas? Aquel Trescastro se jactó, realmente, de haber dañado de manera irreparable el patrimonio cultural de esa Granada y de esa España que, erróneamente, creyó defender. También pasó con Agustina, artista y librepensadora en tiempos oscuros donde no abundaban ni la libertad ni el pensamiento racional, porque ¿acaso podemos denominar racional a ese holocausto español que sabiamente titula Preston?

Pero el hispanista prosigue:
El banquero y abogado José María Bérriz Madrigal, un destacado miembro de la derecha quien apoyaba al golpe militar, escribió el 18 de agosto al director de su entidad bancaria, que se encontraba de vacaciones en Portugal: «El camino es vencer o morir matando a granujas... El ejército quiere extirpar la raíz de la mala planta que comía a España. Y creo que lo va a conseguir». Para ello tenían que eliminar a los «granujas que no trabaron nunca en sus empresas ... intelectuales, frescos, cursis y danzantes»
¡El ejército español! Recordémoslo con el General Prim, buscando una democracia para España en la revolución del 68, llamada "La Gloriosa". Una institución que había luchado valientemente por la libertad de los ciudadanos no mucho antes, había pasado a condenarlos en las cunetas de su España. El ejército, protagonista de la política española durante todo el siglo XIX, se había conservadurizado de una manera espantosa, al ritmo de los fascismos militares en Europa.

¿Qué había traído el nuevo siglo? Más rivalidades, ideologías peligrosas y, al fin y al cabo, muertes. Todo ya había comenzado años antes, como consecuencia de las colonizaciones en África y Asia. La Gran Guerra parecía marcar un punto de inflexión, pero más bien fue un principio, pues el Diktat supuso el aumento de una rabia que los alemanes aún albergaban en su interior. Los sublevados españoles no inventaron nada nuevo, solamente se dejaron llevar. ¿Qué orgullo podía despertar una patria en la que su institución señera hacía gala de tal pensamiento, "extirpar la raíz de la mala planta que comía a España"? Una mentalidad tradicional y religiosa que, a pesar de los esfuerzos de modernización, seguía predominando en la mayoría de España y de la que el país, desgraciadamente, aún hoy en día no ha conseguido desprenderse del todo. El apego a las costumbres, a lo "normal" y a lo que "Dios quiere" tiene que estudiarse como una parte intrínseca a la Guerra Civil.

Una caza de brujas en la España del siglo XX. Yo le acuso a él porque no va a misa. Fuera. Él me acusa a mí porque reniego de los sindicatos. Fuera. Incluso la Inquisición hacía juicios, sui generis, sí, pero juicios al fin y al cabo. ¿Quién decía que el ser humano avanza?

Hermanos de un bando que fusilan a hermanos del otro bando por España. Nietos que aún buscan a sus abuelos asesinados por España. Patriotas contra patriotas para salvar a España. Eso es: lo hacían por España. Pero, ¿qué hay de España? España no iba a desfallecer. España no precisaba ser salvada. Fueron los españoles quienes murieron... y con ellos sí que moría una parte de su patria.

Y España no quería eso. Por eso, durante muchos años, lloró lágrimas de sangre.

1. El Crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!» 
3. Se le vio caminar...
                      Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Antonio Machado, El crimen fue en Granada. A Federico García Lorca

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