Las catedrales góticas castellanas del siglo XIII


El nacimiento de la arquitectura gótica se debe, en gran parte, a la propuesta de Suger en la catedral de Saint Denis, que requería una síntesis de elementos constructivos como el arco apuntado y la bóveda de crucería con avances técnicos, una concepción espacial diferente y los nuevos ideales teológicos, que llegarían a considerar el templo como la Jerusalén Celeste debido a la luz coloreada.

Durante los primeros años, se utilizó el gótico en edificios románicos de forma meramente experimental. El nombre de esta etapa (Transición, Tardorrománico, Protogótico) no está muy perfilado y ha dado lugar a numerosos debates historiográficos. Más adelante, cuando el gótico esté plenamente asentado, seguirá habiendo edificios tradicionalistas que mantengan las concepciones románicas.

El apoyo que los obispos ofrecían a la monarquía, en la Reconquista o la repoblación, sirvió para estrechar la relación entre la Iglesia y los Reyes, y ayudó a que se construyeran las grandes catedrales castellanas, pues estos prelados se veían fuertemente recompensados por los monarcas. Por lo tanto, las dos primeras catedrales castellanas, que eran coetáneas, se inauguraron en presencia del rey: Burgos –con el obispo Mauricio a la cabeza- y Toledo, mientras que en Cuenca ya se estaba construyendo otra catedral. Aunque en esa época, también había otros talleres que seguían la corriente francesa, como en Sigüenza y Ávila, que reorientaron sus catedrales hacia el gótico.
Otro obispo importante en las construcciones góticas fue Juan Díaz, que abrió el taller de Burgo de Osma. Allí se acababa de construir una catedral cinco años antes, pero no era suficiente para el culto ni seguía el modelo estético que buscaban todas las catedrales de ese momento, por lo que construyeron otro edificio respetando parte del románico y con algunos de los materiales ya utilizados.

Así, en el primer tercio del siglo XIII, se estaban construyendo las catedrales de Cuenca, Burgos, Toledo y Burgo de Osma, sirviendo de ejemplo para la ampliación de otras construcciones.
A diferencia de épocas anteriores, los obispos se movían también por un afán estético, por un deseo de no quedar anticuados, y sobre ellos recaía toda la responsabilidad del edificio. Éstos querían que la sede de su obispado contara con un edificio que pudiera competir con la monumentalidad de otros lugares importantes siguiendo los mismos patrones artísticos. Un buen ejemplo de esta tendencia es el obispo de Auxerre, que hizo sustituir el coro románico por otro gótico porque lo consideraba anticuado respecto a lo que se estaba construyendo en esos momentos.

Catedral de Burgos

Catedral de León























El obispo Mauricio, por su parte, viajó por Europa y conoció la arquitectura que se estaba desarrollando en Francia. Maravillado por esas nuevas construcciones, mandó construir con el apoyo del rey una catedral similar a ellas en Burgos, lo que evidencia esta finalidad estética.
Su amigo, el arzobispo de Toledo, Jiménez de la Rada, también visitó el país galo y convenció a Fernando III para sustituir la mezquita toledana por una catedral.
Además de este ideal estético, los obispos querían magnificar la iglesia más importante de su diócesis con este nuevo estilo, por ello impulsaron enormemente estas construcciones: buscaban la gloria de Dios y de su Iglesia y la suya propia. Así contribuían económicamente, de su bolsillo y encontrando otros medios para conseguir dinero, como ofrecer indulgencias a los fieles caritativos o acudir a papas y reyes, los cuales se mostraban muy generosos en sus aportaciones para la Iglesia debido al importante vínculo entre Iglesia-monarquía. Otro de los métodos para conseguir dinero fue proponer que los beneficios obtenidos mediante la fuerza y la violencia fueran entregados como penitencia a la construcción de iglesias y monasterios.


Catedral de Toledo
Respecto a los arquitectos, su profesión había llegado a ser más ensalzada. Se les facilitaban casas en la ciudad para que fijaran allí su residencia y quedaran vinculados a la obra hasta su muerte, pudiendo ser a veces enterrados en el interior. Cobraban un salario anual, que a veces incluía manutención y pagos extras, si se comprometía a acudir diariamente a las obras y a aceptar el resto de condiciones hasta que la catedral se concluyese.  Sin embargo, conocemos pocos de sus nombres, y sabemos su procedencia generalmente analizando sus obras. En Sigüenza y Cuenca no hay datos de ningún maestro, pero en Ávila se documenta la presencia del posiblemente francés Don Fruchel, conocedor de La Magdalena de Vézelay y posible introductor de formas góticas en la península, y de Don Varón; en Toledo, por su parte, se han encontrado datos del Maestro Martín, de origen y formación franceses, que llevó a cabo la girola de la catedral, y del español Petrus Petri, aunque entre los cuales exista una laguna documental; en Burgos, hay constancia de la participación del Maestro Enrique, que también trabajó en la catedral de León y de Juan Pérez; por último en Burgo de Osma, se conoce a Don Lope y Johan de Medina, ambos hispanos, formados en canterías de origen galo (Burgos o Cuenca). En las primeras etapas del gótico, los arquitectos suelen ser extranjeros, pero tras haberse formado comienzan a aparecer los españoles.

Durante los primeros tiempos del gótico, el entusiasmo por un estilo nuevo hizo que las construcciones avanzaran con rapidez. A medida que pasaba el tiempo, se comenzaron a dar interrupciones que alargaban el proceso. Pese a esto, los maestros y talleres posteriores intentaban seguir con el gótico, permaneciendo fieles a lo que ya se había construido.
Catedral de Cuenca
Cuando comenzaron a incorporarse las novedades góticas, las catedrales de Sigüenza y Ávila estaban en plena construcción, por lo que sirvieron como experimento para las nuevas construcciones góticas. Aunque su planteamiento inicial fue románico, las cubiertas se hicieron con bóveda de crucería y en estos templos coexisten vanos pequeños con ventanas grandes y soportes robustos con otros góticos. Por otra parte, otros cuatro edificios también tenían varias peculiaridades. Dos de ellos habían sido mezquitas musulmanas: Toledo y Cuenca, y los otros dos contaban con una catedral que fue sustituida por la gótica: Burgos y Burgo de Osma.

Arquitectónicamente, el gótico se caracteriza por el uso del arco apuntado –ofrecía mayor resistencia- y la bóveda de crucería –podía soportar más peso que la bóveda de cañón románica-, que se utilizó inicialmente en Ávila, Sigüenza y Cuenca, para difundirse después. Con la ayuda también del arbotante, que fue posterior al uso de la tribuna para contrarrestar el empuje de la bóveda central, los muros anchos no eran tan necesarios y se logró el vaciamiento mural. Sin embargo, los arbotantes aparecieron tarde y no siempre se utilizaron bien, solo se consiguió su uso correcto en Burgos, Toledo y León. Para evitar la pesadez el mundo, dividieron la altura en tres niveles: la arcada, el inferior, el triforio y el claristorio, con los ventanales. Estos dos últimos acabaron uniéndose, pero el claristorio no alcanzó un gran desarrollo debido al miedo a que la catedral se derrumbara por la menor capacidad del muro.

Catedral de Sigüenza


Catedral de Ávila
Las cabeceras de las catedrales seguían al principio un sistema simple, como en Sigüenza, con ábsides abiertos a una nave transversal; pronto este sistema fue insuficiente y se tiende a sustituir por girolas que dan la posibilidad de crear espacios secundarios. La girola, influencia de la arquitectura carolingia, se había utilizado ya en la catedral románica de Santiago de Compostela, y la mayor necesidad de espacio requería abrir ábsides a ambos lados del transepto. En la catedral de Ávila, es característico su Cimorro, formado por la unión de la cabecera con la muralla, y en Toledo y Burgos las cabeceras son más modernas. La cabecera de esta última guarda cierta similitud con Coutances y su alzado se identifica con el alzado de Bourges; mientras que en Toledo, las dos naves del deambulatorio surgen a partir de las laterales y se dividen en tramos triangulares y rectangulares cubiertos por bóvedas de tres nervios y de crucería, algo que se realizaba por esa misma fecha también en Le Mans.




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